Después de la implantación, el embrión se vuelve más susceptible a los teratógenos. Esto se debe a que las células comienzan a diferenciarse y especializarse en diferentes tipos de células. Si un teratógeno daña una célula en particular, es posible que no pueda llevar a cabo su función especializada, lo que puede provocar un defecto de nacimiento.
El tipo de defecto congénito que ocurre depende del teratógeno específico y de la etapa de desarrollo en la que está expuesto el embrión. Algunos teratógenos pueden causar múltiples defectos congénitos, mientras que otros pueden causar solo un defecto.
Es importante que las mujeres eviten la exposición a teratógenos conocidos durante el embarazo, especialmente durante el primer trimestre, cuando el embrión es más vulnerable.