Los vasos de precipitados suelen ser estables debido a sus bases anchas, que proporcionan una gran superficie de contacto con la superficie de soporte. Esto aumenta la resistencia del vaso a volcarse. Además, los vasos suelen estar hechos de materiales con un alto coeficiente de fricción, como vidrio o plástico, lo que ayuda a evitar que se deslicen fácilmente. La forma de un vaso de precipitados también contribuye a su estabilidad, ya que los lados del vaso se ensanchan ligeramente hacia la parte superior, creando una base más ancha y un centro de gravedad más bajo. Este diseño ayuda a distribuir el peso de manera uniforme y reduce la probabilidad de que se vuelque. Algunos vasos de precipitados también pueden tener un pico o labio en la parte superior, lo que puede ayudar a controlar el vertido de líquidos y mejorar aún más la estabilidad.