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Nuestros cuerpos albergan billones de microorganismos invisibles, incluidas bacterias, hongos, virus y animales minúsculos. Estos viven en nuestra piel, en nuestra boca, incluso dentro de nuestras células, donde pueden contribuir de muchas maneras a nuestra salud y bienestar. Por ejemplo, en nuestro intestino, las bacterias ayudan a descomponer los posibles compuestos tóxicos de los alimentos y sintetizan las vitaminas que necesitamos.
"Este es el microbioma", explica la becaria Marie Skłodowska-Curie Tania Galindo de ETH-Zurich en Suiza. Agrega que acaba de llegar de una conferencia en Viena, "donde los oradores a menudo señalaron que hay más células microbianas en nuestro cuerpo que células humanas".
Pero los humanos no son los únicos en ser un ecosistema en sí mismos. Desde el comienzo mismo de la agricultura, los agricultores han entendido que las enfermedades pueden propagarse de las hojas o los frutos de una planta a otras. Evidentemente, alguna fuerza infecciosa ha estado en juego, afectando sus cosechas y medios de subsistencia.
Para comprender más sobre los microbiomas de las plantas, los científicos emplearon los mismos métodos que se utilizan en la microbiología clínica humana, aislando y caracterizando organismos infecciosos para identificar y diagnosticar enfermedades que afectan a las plantas.
Cómo el microbioma vegetal puede impulsar la agricultura
En estos días, el campo de la fitopatología, el estudio de las enfermedades de las plantas, está interesado en los aspectos beneficiosos y negativos de los microbios. El proyecto ROOTPHENOBIOME en el que trabajó Galindo nos ayuda a comprender cómo las muchas especies de microbios que viven sobre, alrededor y dentro de las plantas (su microbioma) pueden ayudarnos a lograr una agricultura más sostenible.
“Sabemos que hay grupos de microbios en el suelo y en las hojas que protegen a las plantas de enfermedades y las ayudan a adquirir más recursos”, explica. Por ejemplo, los grupos bacterianos del suelo, como los actinomicetos, ayudan a descomponer la materia orgánica muerta, lo que permite que las plantas absorban valiosos nutrientes.
“Otro grupo importante de microbios son los hongos llamados micorrizas”, continúa Galindo. "Estos hongos del suelo tienen una relación simbiótica con las raíces de muchas plantas. Absorben y transfieren nutrientes de lugares en el suelo que las raíces de las plantas no pueden alcanzar y desplazan a los patógenos". La investigación muestra que las plantas con estos hongos presentes en su microbioma tienden a ser más saludables.
Los científicos también han descubierto bacterias fijadoras de nitrógeno que viven sobre y alrededor de la raíz, lo que ayuda a las plantas a fijar más de este nutriente vital del aire. El nitrógeno es parte de la molécula de clorofila, que le da a las plantas su color verde. A menudo puedes identificar las plantas que carecen de nitrógeno por sus hojas amarillentas.
Investigaciones como esta, cree Galindo, pueden ayudar a revolucionar la agricultura. La comprensión y aceptación de la salud intestinal por parte del consumidor, por ejemplo, ha llevado a una gran demanda de yogures probióticos y otros productos que funcionan en armonía con nuestro microbioma. ¿Por qué no aplicar este principio a los cultivos?
"La selección y el manejo de microbios que se adapten a especies de plantas específicas podría ayudarnos a reducir la cantidad de productos químicos y pesticidas que usamos actualmente", dice Galindo. "Esto es realmente importante, porque en la actualidad estamos dañando el medio ambiente".
Galindo señala que los agricultores suelen aplicar el 150 % del nitrógeno que necesitan los cultivos porque gran parte se escurre a las vías fluviales o los microbios lo descomponen y lo liberan como gases de efecto invernadero antes de que las plantas puedan absorberlo.
El despliegue de microbios que ayuden a las plantas a fijar nitrógeno podría llevar a que se esparzan cantidades significativamente reducidas de fertilizante en un campo. "Si entendemos cómo funcionan los microbios, entonces podemos utilizar estos microbios para complementar o reemplazar los productos químicos", concluye. ¿Nuestros ancestros tenían mejores microbiomas? ¡Para el maíz, tal vez!