Los cánceres surgen de las células normales de un organismo debido a mutaciones genéticas que provocan el crecimiento y la división descontrolados de estas células.
Las células cancerosas comparten muchas similitudes con las células de las que se originaron, incluido su ADN, proteínas y estructura general. Sin embargo, las células cancerosas han sufrido alteraciones genéticas que les permiten proliferar de forma anormal, invadir los tejidos circundantes y hacer metástasis en sitios distantes del cuerpo. Estas alteraciones pueden afectar varios genes implicados en la regulación del ciclo celular, la señalización de los factores de crecimiento, la reparación del ADN y otros procesos celulares.
Si bien las células cancerosas exhiben características anormales, no representan una nueva especie en el sentido tradicional. Todavía pertenecen a la misma especie que el organismo del que se originaron y se derivan del propio material genético del huésped. No poseen la distinción genética ni el aislamiento reproductivo necesarios para ser considerados una especie separada.