El estudio también encontró que la forma en que las personas interactúan con los animales puede variar según su raza, etnia y género. Por ejemplo, los dueños de mascotas negros y latinos tenían más probabilidades de reportar haber sido detenidos por la policía por pasear a sus perros que los dueños de mascotas blancos. Además, las mujeres eran más propensas que los hombres a decir que se sentían seguras caminando por su vecindario con sus mascotas.
Los investigadores creen que la forma en que interactuamos con los animales refleja nuestros valores y creencias sociales. Por ejemplo, el hecho de que las personas más ricas tengan más probabilidades de tener mascotas puede deberse a que tienen los recursos para pagarlas, mientras que las personas más pobres tal vez no. Además, el hecho de que los dueños de mascotas negros y latinos tengan más probabilidades de denunciar haber sido detenidos por la policía puede ser un reflejo del racismo que estas comunidades suelen experimentar.
Los investigadores creen que el estudio resalta la importancia de considerar a los animales en las discusiones sobre la desigualdad social. “Los animales no son sólo mascotas; son parte de nuestro tejido social”, dijo el autor principal del estudio, el Dr. Matthew Hall. "La forma en que interactuamos con ellos puede reflejar y reforzar las desigualdades sociales".
El estudio tiene una serie de implicaciones para los responsables políticos y las organizaciones de bienestar animal. Por ejemplo, es posible que los formuladores de políticas quieran considerar invertir en programas que faciliten a las personas de bajos ingresos tener mascotas. Además, es posible que las organizaciones de bienestar animal quieran centrar sus esfuerzos en llegar a las comunidades que se ven desproporcionadamente afectadas por la desigualdad social.
Al comprender la relación entre nuestras interacciones con los animales y la desigualdad social, podemos tomar medidas para crear una sociedad más justa y equitativa para todos.