1. Cambios en la composición de la cutícula: La cutícula es una capa cerosa que cubre la superficie de las plantas y ayuda a protegerlas de los patógenos. A medida que la fruta madura, la cutícula se vuelve más delgada y permeable, lo que permite que los patógenos penetren más fácilmente en la fruta.
2. Mayor contenido de azúcar: La fruta madura tiene un mayor contenido de azúcar que la fruta verde. Este aumento de azúcar proporciona un entorno más favorable para el crecimiento de patógenos necrotróficos, que pueden utilizar los azúcares como fuente de energía.
3. Acidez reducida: La fruta madura es menos ácida que la fruta verde. Esta reducción de la acidez facilita que los patógenos necrotróficos sobrevivan y crezcan dentro de la fruta.
4. Mayor producción de etileno: El etileno es una hormona vegetal que interviene en el proceso de maduración. El aumento de la producción de etileno durante la maduración provoca la rotura de las paredes celulares y otros componentes estructurales de la fruta, haciéndola más susceptible a la infección por patógenos necrotróficos.
5. Expresión genética alterada: El proceso de maduración va acompañado de cambios en la expresión genética del fruto. Estos cambios pueden afectar la producción de proteínas relacionadas con la defensa y otros compuestos que ayudan a proteger la fruta de los patógenos.
En conjunto, estos factores contribuyen a una mayor susceptibilidad de la fruta madura a patógenos necrotróficos. Al comprender estos factores, es posible desarrollar estrategias para reducir el riesgo de infección y deterioro de la fruta madura.