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    Cómo se adaptan las bacterias simbióticas a los grandes cambios ambientales
    Las bacterias simbióticas son microorganismos que tienen una relación estrecha y, a menudo, beneficiosa con sus huéspedes. Se pueden encontrar en una variedad de ambientes, desde el cuerpo humano hasta el suelo. Cuando su entorno cambia, las bacterias simbióticas deben adaptarse para sobrevivir.

    Una forma en que las bacterias simbióticas se adaptan es cambiando su expresión genética. Los genes son las unidades de ADN que codifican proteínas. Cuando se expresa un gen, se copia en una molécula de ARN mensajero (ARNm). Esta molécula de ARNm luego se traduce en una proteína.

    Al cambiar los genes que expresan, las bacterias simbióticas pueden producir diferentes proteínas que les ayudan a adaptarse a su nuevo entorno. Por ejemplo, si una bacteria simbiótica se expone a una nueva toxina, puede expresar un gen que codifica una proteína que puede desintoxicar la toxina.

    Otra forma en que las bacterias simbióticas se adaptan es mediante la transferencia horizontal de genes. La transferencia horizontal de genes es el proceso mediante el cual se transfieren genes entre diferentes organismos. Esto puede ocurrir a través de una variedad de mecanismos, como la conjugación, la transducción y la transformación.

    La transferencia horizontal de genes permite que las bacterias simbióticas adquieran nuevos genes de otros organismos. Estos nuevos genes pueden proporcionarles nuevas funciones que les ayuden a adaptarse a su nuevo entorno. Por ejemplo, una bacteria simbiótica puede adquirir un gen de otra bacteria que codifica una proteína que le permite utilizar una nueva fuente de alimento.

    Las bacterias simbióticas también pueden adaptarse a grandes cambios ambientales mediante la evolución de nuevos rasgos. La evolución es el proceso por el cual la composición genética de una población cambia con el tiempo. Esto puede ocurrir a través de una variedad de mecanismos, como la selección natural, la deriva genética y la mutación.

    La selección natural es el proceso mediante el cual los organismos mejor adaptados a su entorno tienen más probabilidades de sobrevivir y reproducirse. Con el tiempo, esto puede conducir a la evolución de nuevos rasgos que ayuden a los organismos a sobrevivir en su entorno. Por ejemplo, una bacteria simbiótica que se expone a un nuevo depredador puede desarrollar un nuevo rasgo que le ayude a evitar ser devorada.

    La deriva genética es el proceso por el cual la composición genética de una población cambia aleatoriamente. Esto puede ocurrir debido a eventos fortuitos, como la muerte de un individuo o la migración de un individuo dentro o fuera de una población. La deriva genética puede conducir a la evolución de nuevos rasgos, incluso si no son beneficiosos para el organismo.

    La mutación es el proceso por el cual cambia el ADN de un organismo. Las mutaciones pueden ocurrir espontáneamente o ser causadas por factores ambientales, como radiación o productos químicos. Las mutaciones pueden conducir a la evolución de nuevos rasgos, incluso si no son beneficiosos para el organismo.

    Mediante una combinación de estos mecanismos, las bacterias simbióticas pueden adaptarse a grandes cambios ambientales. Esto les permite sobrevivir y prosperar en una variedad de entornos.

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