No existe evidencia sólida de un vínculo directo entre la inteligencia y la enfermedad mental. Si bien ciertas enfermedades mentales pueden afectar las capacidades cognitivas, las investigaciones indican que la inteligencia por sí sola no predice ni determina la aparición de ninguna enfermedad mental específica. La experiencia de cada persona con la salud mental es única y numerosos factores, incluidos la genética, el entorno, los traumas pasados, las experiencias de vida y las circunstancias sociales, impactan significativamente el bienestar mental, independientemente del nivel de inteligencia. Es esencial abordar cualquier preocupación sobre la salud mental buscando ayuda profesional en lugar de confiar en la percepción de la inteligencia o hacer suposiciones sobre la relación entre el intelecto y el bienestar mental.