Un equipo internacional de científicos dirigido por investigadores de la Universidad de Copenhague ha identificado un nuevo mecanismo por el que las células animales mantienen su forma e integridad. El descubrimiento podría allanar el camino para nuevos tratamientos para una variedad de enfermedades, incluidos el cáncer y la distrofia muscular.
Todas las células animales están rodeadas por una fina membrana que actúa como barrera hacia el mundo exterior. Esta membrana está formada por una bicapa de fosfolípidos, que es una doble capa de lípidos (moléculas grasas) con cabezas hidrófilas (que aman el agua) y colas hidrófobas (que odian el agua). Las colas hidrofóbicas de los lípidos miran hacia adentro, lejos del ambiente acuoso dentro y fuera de la célula. Esta disposición crea una barrera que impide que el agua y otras moléculas polares atraviesen la membrana.
Para que las células funcionen correctamente, deben poder mantener su forma e integridad. Esto se logra mediante una serie de mecanismos, incluido el citoesqueleto, que es una red de filamentos de proteínas que recorre toda la célula. El citoesqueleto ayuda a mantener la forma de la célula y sostiene la membrana celular.
El mecanismo recientemente descubierto para mantener la forma y la integridad de las células implica una proteína llamada miosina-10. La miosina-10 es una proteína motora que se mueve a lo largo del citoesqueleto y transporta una variedad de cargas celulares. Los investigadores descubrieron que la miosina-10 también se une a la membrana celular, donde ayuda a estabilizar la bicapa de fosfolípidos.
Cuando la miosina-10 se agota en las células, éstas se vuelven más frágiles y es más probable que se rompan. Esto sugiere que la miosina-10 desempeña un papel importante en el mantenimiento de la integridad celular.
Los investigadores creen que el descubrimiento de este nuevo mecanismo para mantener la forma y la integridad de las células podría allanar el camino para nuevos tratamientos para una variedad de enfermedades. Por ejemplo, los medicamentos dirigidos a la miosina-10 podrían usarse potencialmente para tratar enfermedades como el cáncer y la distrofia muscular, que se caracterizan por la degradación de la estructura celular.
El estudio se publica en la revista _Nature Cell Biology_.