La atmósfera terrestre protege al planeta de pequeños meteoritos. La atmósfera proporciona una capa de protección al hacer que los meteoritos se desintegren debido a la fricción y el calor. Cuando los meteoritos entran en la atmósfera, encuentran resistencia y comienzan a fragmentarse. Este proceso se conoce como ablación. El calor generado por la fricción y la compresión hace que los meteoroides se vaporicen y brillen, creando un rayo de luz en el cielo conocido como meteoro. La mayoría de los meteoros son muy pequeños y se desintegran completamente en la atmósfera y nunca llegan a la superficie de la Tierra. Si bien los meteoroides grandes pueden sobrevivir al paso a través de la atmósfera y crear un impacto en la Tierra, estos sucesos son raros. La Luna no desempeña un papel importante a la hora de proteger a la Tierra de los meteoritos, ya que su atracción gravitacional no es lo suficientemente fuerte como para influir significativamente en sus trayectorias.