Los planetas rocosos se forman cuando pequeñas partículas de polvo en un disco protoplanetario, la nube arremolinada de gas y polvo que rodea a una estrella joven, se pegan y crecen gradualmente. A medida que los planetas crecen, atraen cada vez más material y eventualmente llegan a ser lo suficientemente grandes como para formar un núcleo rocoso. Luego, el núcleo acumula más material, incluidos escombros rocosos, hielo y gas, para formar un planeta rocoso.
Se cree que las enanas M son buenas candidatas para albergar planetas rocosos porque tienen una zona habitable más pequeña, el rango de distancias desde la estrella donde puede existir agua líquida en la superficie de un planeta. Esto significa que es más probable que los planetas rocosos que orbitan alrededor de enanas M estén ubicados dentro de la zona habitable y, por lo tanto, sean capaces de soportar agua líquida en sus superficies.
Además, las enanas M emiten menos radiación de alta energía que las estrellas más masivas, lo que puede dañar las atmósferas de los planetas y hacerlas menos hospitalarias para la vida. Por lo tanto, es más probable que los planetas rocosos que orbitan alrededor de enanas M conserven sus atmósferas y sean potencialmente habitables.
Sin embargo, es importante señalar que la presencia de planetas rocosos alrededor de enanas M sigue siendo una cuestión de investigación activa, y los astrónomos estudian continuamente estos sistemas para comprender mejor sus características y potencial de habitabilidad.