A medida que el meteoroide continúa descendiendo, el intenso calor hace que su interior experimente una rápida expansión de los volátiles atrapados, como el vapor de agua y los gases. Esta expansión conduce a una acumulación de presión interna, lo que eventualmente resulta en una fragmentación explosiva del meteroide. Esta explosión es la que da lugar al espectacular fenómeno que presenciamos como meteoros o bolas de fuego que surcan el cielo.
La explosión de un meteoroide puede ocurrir a varias altitudes dependiendo de su tamaño, densidad y velocidad. Los meteoroides más grandes tienden a explotar a mayores altitudes, mientras que los más pequeños pueden explotar más cerca del suelo. Estas explosiones pueden liberar una cantidad significativa de energía y producir una variedad de efectos, como destellos brillantes, explosiones sónicas e incluso vibraciones sísmicas en algunos casos.
El calentamiento de la entrada atmosférica es un proceso natural que actúa como un escudo protector para nuestro planeta al desintegrar la mayoría de los meteoroides antes de que representen una amenaza significativa para la vida en la Tierra. Sólo una pequeña fracción de los meteoroides y asteroides más grandes logran sobrevivir al intenso calentamiento y alcanzar la superficie en forma de meteoritos.