Si bien viajar en transporte público subterráneo puede parecer menos saludable en comparación con pasar tiempo en medio de la naturaleza o en entornos rurales, la evidencia científica no respalda la idea de que el transporte subterráneo sea específicamente peor para la salud. El metro y los trenes suelen operar en espacios bien ventilados diseñados para minimizar la contaminación del aire, las fluctuaciones de temperatura y la exposición a alérgenos.