En general, el polvo está compuesto por pequeñas partículas de tierra, polen y otras materias orgánicas que se encuentran suspendidas en el aire. Estas partículas pueden ser transportadas fácilmente por las corrientes de viento y pueden acumularse en determinadas zonas.
En ambientes cálidos, el aire puede retener más humedad, lo que puede provocar niveles más altos de humedad. Los niveles de humedad más altos pueden hacer que las partículas de polvo se amontonen y se vuelvan demasiado pesadas para permanecer suspendidas en el aire, lo que resulta en menos polvo. Además, los ambientes cálidos suelen tener una mayor vegetación, lo que puede ayudar a atrapar y evitar que el polvo se disperse.
Por otro lado, los ambientes fríos, especialmente en regiones áridas o semiáridas, pueden tener bajos niveles de humedad y escasa vegetación. Esto puede resultar en una mayor generación de polvo debido a la falta de humedad para apelmazar las partículas de polvo y a la ausencia de vegetación que actúe como barrera contra la erosión eólica. Los vientos fuertes en ambientes fríos también pueden contribuir a niveles más altos de polvo al recoger y transportar partículas de polvo a largas distancias.
Sin embargo, es importante tener en cuenta que estas son observaciones generales y que puede haber excepciones a estas tendencias según las condiciones locales y los patrones climáticos específicos.