El maíz, un cultivo alimentario básico en muchas partes del mundo, fue domesticado por primera vez en el sur de México hace unos 9.000 años. A partir de ahí se extendió por toda América y fue cultivado por diversas civilizaciones indígenas. Con el tiempo, los agricultores cultivaron maíz selectivamente para obtener características deseables, como mazorcas más grandes, resistencia a plagas y enfermedades y adaptación a diferentes entornos.
El estudio reveló varias adaptaciones genéticas importantes que permitieron al maíz prosperar en diversas condiciones. Por ejemplo, los investigadores descubrieron que el maíz cultivado a gran altura tenía cambios genéticos que mejoraban su tolerancia a las temperaturas frías y reducían la pérdida de agua. Por el contrario, el maíz cultivado en regiones tropicales de tierras bajas mostró adaptaciones para resistir la sequía y una mayor eficiencia fotosintética.
La diversidad genética del maíz también refleja las prácticas y preferencias culturales de diferentes grupos indígenas. Por ejemplo, los investigadores encontraron que ciertas variantes genéticas asociadas con rasgos culinarios, como el color y la textura del grano, eran más comunes en regiones con tradiciones culinarias específicas.
En general, el estudio proporciona información valiosa sobre el proceso a largo plazo de domesticación y adaptación de cultivos. Al comprender la base genética de la adaptabilidad del maíz, los científicos pueden desarrollar variedades de maíz más resistentes y productivas que puedan prosperar en un clima cambiante y satisfacer las demandas de una población mundial en crecimiento.