Los hongos asociados brindaron un apoyo esencial a las algas verdes al formar una estructura protectora que les permitió sobrevivir y propagarse en las difíciles condiciones del ambiente terrestre. Las hifas de los hongos recubrieron las células de las algas, formando una capa protectora que las protegió de la desecación, la radiación dañina y otras tensiones abióticas. Esta asociación mutualista aseguró la supervivencia de ambos socios, lo que llevó a su colonización exitosa de la tierra.
Con el tiempo, las algas asociadas experimentaron adaptaciones evolutivas, optimizando sus capacidades fotosintéticas para aprovechar la luz solar de manera eficiente. Al mismo tiempo, los hongos asociados modificaron sus estructuras para volverse más eficientes en la absorción de nutrientes del suelo. Esta coevolución resultó en el establecimiento de un organismo completamente funcional e independiente, capaz de prosperar en el ambiente terrestre.
Esta notable fusión de dos organismos lejanamente relacionados allanó el camino para la posterior evolución de las plantas vasculares, que incluyen helechos, gimnospermas y angiospermas. La relación simbiótica establecida entre hongos y algas sirvió como un trampolín fundamental en la expansión terrestre y la diversificación de la vida vegetal, lo que condujo a la rica biodiversidad y ecosistemas que dan forma a nuestro planeta hoy.
El descubrimiento de algas que viven dentro de los hongos subraya la importancia de comprender y apreciar las complejas interacciones y dependencias que dan forma al mundo natural. Sirve como recordatorio de las intrincadas relaciones y colaboraciones que han ocurrido a lo largo de la historia evolutiva, impulsando la diversificación y adaptación de la vida en la Tierra.