La idea detrás de la hipótesis de la neblina atmosférica es que la atmósfera primitiva de la Tierra era muy diferente de lo que es hoy. Probablemente estaba compuesto por una mezcla de gases, entre ellos vapor de agua, metano, amoníaco y dióxido de carbono. Esta atmósfera era espesa y brumosa, impidiendo que gran parte de la luz solar llegara a la superficie de la Tierra.
En este ambiente brumoso, la luz del sol que llegaba a la superficie se dispersaba y filtraba, creando una luz más difusa y suave. Esto permitió la formación de moléculas orgánicas, que son los componentes básicos de la vida, sin ser destruidas por la fuerte radiación ultravioleta del sol.
A medida que estas moléculas orgánicas se acumularon en la atmósfera y en la superficie de la Tierra, comenzaron a interactuar entre sí y a formar estructuras más complejas. Con el tiempo, estas estructuras se organizaron cada vez más y evolucionaron hasta convertirse en sistemas autorreplicantes, que son la característica fundamental de los organismos vivos.
En resumen, la hipótesis de la neblina atmosférica propone que la atmósfera brumosa de la Tierra primitiva actuaba como un escudo protector contra la dañina radiación ultravioleta, creando un entorno favorable para la formación de moléculas orgánicas y el eventual surgimiento de la vida. Si bien esta hipótesis aún se está estudiando y perfeccionando, proporciona una explicación convincente de cómo podría haberse originado la vida en nuestro planeta.