Los investigadores dirigidos por la profesora Rachel Sarig descubrieron que el mentón humano surgió como una consecuencia evolutiva, no principalmente como resultado de fuerzas mecánicas. El equipo analizó las diferencias anatómicas en los cráneos de humanos y homínidos antiguos y utilizó modelos computacionales para probar los efectos de estos cambios en la biomecánica facial.
Según el estudio publicado en la revista "Nature Ecology and Evolution", la estructura ósea del mentón humano no es sólo un subproducto de una mandíbula más poderosa, sino el resultado de adaptaciones evolutivas impulsadas por presiones de selección. Los investigadores sugieren que el mentón evolucionó para soportar el creciente tamaño y complejidad de nuestro cerebro y los cambios en las estructuras faciales que lo acompañaron.
En concreto, el desarrollo del mentón está ligado al reposicionamiento del hueso hioides, que sostiene la lengua y la laringe, y a la expansión de la cavidad nasal. A medida que nuestros antepasados adoptaron una postura más erguida, el hueso hioides descendió, lo que permitió una mayor capacidad de vocalización. Esto dio lugar a la modificación de la estructura ósea de la cara, incluido el desarrollo del mentón.
La profesora Sarig y sus colegas compararon los cráneos de los humanos modernos con los de los homínidos antiguos, como los neandertales, que tenían el mentón hundido. Descubrieron que la aparición del mentón coincidió con la evolución de los tractos vocales más complejos y con cambios en el hueso hioides.
El estudio destaca la naturaleza multifacética de la evolución humana y muestra cómo diversos factores, incluidos los cambios en el tamaño del cerebro, la postura y los modos de comunicación, influyeron en el desarrollo de nuestras características anatómicas. Comprender los orígenes evolutivos del mentón proporciona información sobre la interconexión de nuestras adaptaciones fisiológicas y la configuración de nuestra especie.