La forma de un copo de nieve es compleja, pero puede describirse como un prisma de seis lados o un hexágono con seis lados iguales. Las superficies planas de los cristales de hielo de los copos de nieve reflejan la luz en todas direcciones, lo que da a la nieve su apariencia blanca.
Además, el aire de la atmósfera contiene pequeñas partículas de polvo, humo y otras impurezas. Cuando la luz del sol incide sobre estas partículas, se dispersa. Esta dispersión se llama "dispersión Mie" y es lo que le da a la nieve su color blanco.
La cantidad de dispersión que se produce depende de la longitud de onda de la luz. Las longitudes de onda más cortas, como las de la luz azul y violeta, se dispersan más que las longitudes de onda más largas, como las de la luz roja y naranja. Esta es la razón por la que la nieve a menudo se ve azul o violeta a la sombra, pero parece blanca bajo la luz solar directa.
La forma y el tamaño de los copos de nieve también afectan la forma en que aparece la nieve. Los copos de nieve más grandes tienden a reflejar la luz de manera más eficiente, lo que los hace parecer más brillantes. Esta es la razón por la que la nieve recién caída suele parecer más brillante que la nieve vieja y compacta.
Finalmente, la temperatura y el contenido de humedad del aire también pueden afectar la apariencia de la nieve. El aire cálido retiene más humedad que el aire frío, por lo que la nieve que cae en los días cálidos tiende a ser más densa y húmeda, lo que la hace parecer más oscura. Por otro lado, la nieve que cae en los días fríos tiende a ser más seca y esponjosa, lo que la hace parecer más ligera.