Desde el organismo más pequeño, unicelular hasta los mamíferos más grandes y complejos, incluidas las personas, todos los seres vivos requieren energía para la vida. Es bastante fácil entender que nosotros y otros animales comemos. Las cosas se ponen un poco más desconcertantes cuando pensamos en los hongos, que absorben sus alimentos como moléculas orgánicas, del entorno que los rodea. ¿De dónde vienen esas moléculas? Además, ¿de dónde viene la comida que los humanos convertimos en energía? En el nivel más básico, toda la energía se remonta a las plantas. Las plantas son la base de todos los sistemas alimentarios del mundo, y su capacidad única para fabricar materiales orgánicos a partir de la luz solar -llamada fotosíntesis- es lo que sustenta casi cualquier otra forma de vida en el planeta.
En la respiración celular, la glucosa se rompe hacia abajo por la eliminación de sus átomos de hidrógeno. Ese proceso libera energía en forma de electrones, partículas cargadas negativamente que alimentan todo el trabajo de otra célula en reacciones posteriores. Entonces, las plantas hacen que la glucosa y todo lo demás, desde los herbívoros hasta los carnívoros que los consumen, vuelvan a reducir la glucosa y utilicen su energía. Esa es la historia simple. Por supuesto, la vida rara vez es tan simple, y hay excepciones para cada regla. De vez en cuando, aparece un nuevo descubrimiento sobre los seres vivos que usan una sustancia no viviente distinta de la luz solar para producir energía, como amoníaco o incluso azufre. Estos organismos menos comunes pueden aprovechar los electrones de fuentes químicas en lugar del sol. Las formas de vida más sorprendentes tienen el potencial de ser descubiertas en cualquier momento, en cualquier lugar de nuestro planeta, o más allá.