Las especies de montaña están altamente adaptadas a microclimas específicos, lo que las hace particularmente vulnerables al cambio climático. El ritmo cada vez mayor del calentamiento empujará a muchos hábitats cuesta arriba hacia pendientes más altas para mantener las condiciones ambientales ideales. Sin embargo, los picos de las montañas plantean límites físicos, lo que a menudo resulta en una reducción del espacio disponible y poblaciones fragmentadas. Este proceso amenaza con ejercer una presión abrumadora sobre la biodiversidad montana en altitudes cada vez más elevadas, un fenómeno acertadamente denominado "escalada cuesta arriba" para las especies afectadas. Las consecuencias se extienden a todos los ecosistemas, ya que estas poblaciones localizadas actúan como reservorios cruciales de diversidad genética y biológica y brindan servicios ecológicos esenciales para sus respectivas regiones. Es imprescindible aplicar estrategias de conservación y esfuerzos de mitigación urgentes para preservar los ecosistemas montañosos (y su patrimonio biológico asociado) antes de que los desafíos superen nuestra capacidad de encontrar soluciones.