La niña de 13.000 años, apodada "Naia", fue encontrada sumergida en una cueva llena de agua en México. Excepcionalmente raros, los restos de Naia mostraron una conservación notable, incluidos los tejidos blandos y los órganos, lo que brindó a los científicos una oportunidad incomparable para la investigación.
Al analizar cuidadosamente el ADN extraído de los restos de Naia, los investigadores obtuvieron información genética valiosa que les permitió desbloquear su identidad genética. Los resultados indicaron que Naia pertenecía al linaje paleoamericano, que representa la primera ola de personas que pisaron el continente americano.
A medida que llegaron los colonos paleoamericanos, se encontraron con otras poblaciones que tenían sus orígenes en Asia. El ADN de Naia mostró evidencia intrigante de mestizaje entre estos colonos paleoamericanos y poblaciones ancestrales de nativos americanos. Este mestizaje resultó en la diversificación genética que eventualmente caracterizaría a los nativos americanos de hoy en día.
El estudio estableció además que la edad de Naia al morir era entre 15 y 17 años. Su fallecimiento juvenil ofrece una ventana poco común a las vidas y los desafíos de los adolescentes durante el período Paleoamericano.
James Chatters, investigador principal involucrado en el estudio, enfatizó la importancia del descubrimiento de Naia y los conocimientos genéticos que proporcionó. Afirmó:"Naia nos ha brindado una oportunidad única de obtener conocimientos sobre la relación genética entre los paleoamericanos y los nativos americanos, arrojando luz sobre los fundamentos genéticos de las poblaciones humanas contemporáneas en las Américas".
Chatters explicó además:"Este estudio muestra el poder de la genética para permitirnos comprender nuestro pasado humano. Proporciona datos valiosos para construir la historia evolutiva del poblamiento de las Américas, una historia que ha dado forma a la diversidad genética que observamos en el presente". poblaciones diurnas."
El equipo de investigación detrás del estudio Naia reconoce la importancia de la colaboración y los enfoques interdisciplinarios para desentrañar los misterios de los orígenes humanos. Su meticuloso análisis del material genético, junto con cuidadosos exámenes antropológicos, continúa aportando claridad a las complejas narrativas que rodean los orígenes de los primeros estadounidenses.