Dentro de las selvas camboyanas se encuentra la legendaria ciudad de Angkor, que alguna vez fue una próspera metrópolis que sirvió como capital del poderoso Imperio Jemer. Sin embargo, la historia de Angkor no sólo se caracteriza por su grandeza arquitectónica sino también por su eventual desaparición. Si bien los académicos han debatido durante mucho tiempo los factores que llevaron a su declive, la evidencia reciente apunta al impacto combinado de enormes inundaciones y la sofisticada infraestructura de la ciudad como contribuyentes importantes a su caída.
Angkor fue una creación del rey Jayavarman II, establecida en el siglo IX como capital sagrada. Con el tiempo, la ciudad se expandió más allá de sus límites originales y se convirtió en un centro urbano en expansión. El crecimiento de la ciudad requirió la construcción de una elaborada infraestructura hidráulica, incluido un intrincado sistema de embalses, canales y diques. Esta red de infraestructura de gestión del agua fue crucial tanto para la agricultura como para la defensa.
Sin embargo, en el siglo XIII la ciudad enfrentó desafíos cada vez mayores. El clima estaba cambiando, lo que provocó precipitaciones más frecuentes e intensas, lo que provocó inundaciones más potentes. La infraestructura de la ciudad, aunque avanzada para su época, no pudo resistir las fuerzas de la naturaleza. Los embalses se desbordaron y los diques se derrumbaron, provocando inundaciones masivas que amenazaron a la ciudad.
No se puede subestimar la escala y el impacto de estas inundaciones. Los relatos históricos y la evidencia arqueológica sugieren que secciones enteras de la ciudad, incluidos templos, áreas residenciales y tierras de cultivo, quedaron sumergidas bajo el agua durante semanas o incluso meses. La devastación provocó desplazamientos, interrumpió las cadenas de suministro y socavó los cimientos económicos de la ciudad.
Además de las inundaciones, la propia infraestructura sofisticada de Angkor puede haber contribuido a su vulnerabilidad. La deforestación, resultado del crecimiento demográfico de la ciudad, redujo la capacidad del paisaje circundante para absorber el agua de lluvia, exacerbando los efectos de las inundaciones. Además, la dependencia de la ciudad de embalses para el suministro de agua provocó una disminución del flujo de agua en los cursos de agua naturales, alterando aún más el delicado equilibrio ecológico de la región.
La combinación de estos factores creó un círculo vicioso de inundaciones, degradación de la tierra y deterioro económico que finalmente condujo a la caída de Angkor. La ciudad fue abandonada gradualmente y los habitantes restantes se trasladaron a lugares más seguros. Aunque la ciudad nunca fue olvidada por completo, su antigua gloria se perdió y fue tragada por las densas selvas de Camboya.
Hoy en día, Angkor es un testimonio del ingenio del pueblo jemer, pero también resalta la fragilidad incluso de las sociedades más poderosas y mejor planificadas frente a la ira de la naturaleza. Las lecciones aprendidas de Angkor sirven como recordatorio de que las sociedades humanas deben esforzarse por lograr un desarrollo sostenible y adaptarse a los cambios ambientales para evitar destinos similares.