Los arroyos alpinos se alimentan del deshielo y el deshielo, y sus caudales son muy variables según la estación. En verano, cuando la nieve y el hielo se derriten en su punto máximo, los arroyos alpinos pueden convertirse en torrentes furiosos. Sin embargo, en invierno, cuando la nieve y el hielo cubren el suelo, los arroyos alpinos pueden reducirse a un hilo de agua.
Los investigadores descubrieron que el flujo de los arroyos alpinos no sólo está controlado por la cantidad de nieve y hielo derretido, sino también por la temperatura del suelo. Cuando el suelo está caliente, puede absorber más agua, lo que reduce la cantidad de agua que fluye hacia los arroyos alpinos. Por el contrario, cuando el suelo está frío, puede absorber menos agua, lo que aumenta la cantidad de agua que fluye hacia los arroyos alpinos.
Este hallazgo podría tener implicaciones importantes para la gestión del agua en las regiones montañosas de todo el mundo. Al comprender cómo la temperatura del suelo afecta el flujo de los arroyos alpinos, los gestores del agua pueden predecir mejor cuánta agua estará disponible para uso humano y para el medio ambiente. Esta información se puede utilizar para tomar decisiones sobre cómo asignar los recursos hídricos en tiempos de escasez, como las sequías.
Los hallazgos de los investigadores fueron publicados en la revista Nature Geoscience.