Una de las características más importantes de Ardi es su pelvis, que es notablemente similar a la de los humanos modernos. Esto sugiere que Ardi y su especie ya estaban bien adaptados a caminar erguidos, aunque también pasaban tiempo en los árboles. Esto desafía la visión tradicional de que los humanos evolucionaron para caminar erguidos hace relativamente poco tiempo y sugiere que pudo haber sido una adaptación clave para nuestros antepasados hace tan solo 4,4 millones de años.
Además de sus implicaciones para comprender la evolución humana, el descubrimiento de Ardi también es importante porque arroja luz sobre el entorno en el que vivían los primeros humanos. El sitio donde se encontró Ardi es hoy un desierto, pero hace millones de años era un bosque frondoso. Esto sugiere que los primeros humanos pudieron adaptarse a una amplia gama de entornos y no estuvieron confinados a las sabanas que a menudo se asocian con la evolución humana.
El descubrimiento de Ardi es un recordatorio de que la evolución humana es un proceso complejo y dinámico, y que todavía hay mucho que desconocemos sobre nuestros orígenes. Con cada nuevo descubrimiento, nos acercamos más a comprender cómo nos convertimos en los seres humanos que somos hoy.