Una sola erupción volcánica podría potencialmente destruir toda la vida en la Tierra. La forma más probable de que esto suceda es si la erupción liberara suficientes cenizas y dióxido de azufre a la atmósfera para bloquear el sol. Esto provocaría que las temperaturas globales cayeran drásticamente, dando lugar a un fenómeno conocido como "invierno volcánico". Las bajas temperaturas matarían las plantas, lo que a su vez mataría a los animales que dependen de las plantas para alimentarse. La extinción de plantas y animales alteraría toda la cadena alimentaria y, en última instancia, conduciría a la extinción de toda la vida en la Tierra.