1. Oxidación Reducida: Cuando una corriente eléctrica pasa a través del filamento de una bombilla, se calienta y emite luz. En presencia de aire, el oxígeno reacciona con el filamento caliente, provocando que se oxide y se debilite con el tiempo. Este proceso acorta la vida útil de la bombilla. El gas argón, por otro lado, es un gas noble que no reacciona fácilmente con otros elementos, por lo que no provoca que el filamento se oxide.
2. Mayor eficiencia: La presencia de aire dentro de una bombilla puede provocar corrientes de convección, que son el movimiento del aire caliente debido a diferencias de densidad. Estas corrientes de convección pueden interferir con el enfoque adecuado de la luz, lo que resulta en una reducción de la salida de luz. El gas argón, al ser más denso que el aire, minimiza las corrientes de convección y permite una transmisión de luz más eficiente.
3. Menor transferencia de calor: El gas argón tiene una conductividad térmica menor en comparación con el aire. Esto significa que no transfiere calor tan eficientemente como el aire. Como resultado, el calor generado por el filamento se retiene dentro de la bombilla, lo que permite que el filamento alcance una temperatura más alta y emita una luz más brillante.
4. Vida útil más larga: Al prevenir la oxidación y reducir la transferencia de calor, el uso de gas argón prolonga la vida útil de las bombillas. Las bombillas llenas de argón pueden durar mucho más que las bombillas llenas de aire, lo que supone un ahorro de costes a largo plazo.
En general, el uso de gas argón en bombillas ofrece varias ventajas, incluida una oxidación reducida, una mayor eficiencia, una menor transferencia de calor y una vida útil más larga, lo que lo convierte en una mejor opción en comparación con el aire para aplicaciones de iluminación.