El recocido de metales implica calentar un metal a una temperatura justo por debajo de su punto de fusión y luego enfriarlo lentamente. Esto hace que la difusión de defectos puntuales, como las vacantes, se produzca más rápidamente, lo que promueve la reordenación de los átomos en el metal y permite la formación de una estructura cristalina más uniforme y libre de defectos.