Degradación de la tierra: Las actividades mineras a menudo implican la remoción de grandes cantidades de suelo y vegetación, lo que puede provocar erosión del suelo, pérdida de biodiversidad y desertificación. Los relaves, las rocas estériles y otros residuos mineros también pueden contaminar el suelo y el agua, haciendo que la tierra no sea apta para otros usos.
Contaminación del agua: Las actividades mineras pueden contaminar las fuentes de agua con metales pesados, productos químicos y otros contaminantes. Esto puede tener graves impactos en los ecosistemas acuáticos, así como en la salud humana si el agua se utiliza para beber, bañarse o irrigar.
Contaminación del aire: Las actividades mineras pueden liberar contaminantes nocivos al aire, incluidos polvo, metales pesados y otras sustancias químicas. Esto puede causar problemas respiratorios y otros problemas de salud a las personas que viven cerca de los sitios mineros.
Deforestación: Las actividades mineras a menudo requieren la tala de grandes áreas de bosque, lo que puede contribuir al cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la erosión del suelo.
Contaminación acústica: Las actividades mineras pueden generar mucho ruido, lo que puede resultar perjudicial para las comunidades cercanas.
Impactos visuales: Los sitios mineros pueden ser antiestéticos y afectar negativamente el valor estético de un área.
Además de estos impactos ambientales, la minería también puede tener impactos sociales y económicos negativos, como el desplazamiento de comunidades locales, la pérdida de medios de vida tradicionales y un aumento de la pobreza.