1. Presión: El punto de ebullición de un líquido es directamente proporcional a la presión. Esto significa que a medida que aumenta la presión, aumenta el punto de ebullición y, a medida que disminuye la presión, disminuye el punto de ebullición. Por ejemplo, el agua hierve a 100 grados Celsius (212 grados Fahrenheit) al nivel del mar, pero hierve a una temperatura más baja en altitudes más altas donde la presión atmosférica es menor.
2. Impurezas: La presencia de impurezas, como sales disueltas o contaminantes, puede aumentar el punto de ebullición de un líquido. Este fenómeno se conoce como elevación del punto de ebullición. El aumento del punto de ebullición es proporcional a la concentración de impurezas. Por ejemplo, el agua salada hierve a una temperatura más alta que el agua pura.
3. Gases disueltos: Los gases disueltos, como el aire, pueden disminuir el punto de ebullición de un líquido. Este efecto se conoce como depresión del punto de ebullición. La disminución del punto de ebullición es proporcional a la concentración de gases disueltos. Por ejemplo, las bebidas carbonatadas, que contienen dióxido de carbono disuelto, hierven a una temperatura más baja que el agua pura.
4. Composición química: La composición química de un líquido determina su punto de ebullición. Los líquidos con fuerzas intermoleculares más fuertes, como enlaces de hidrógeno o interacciones dipolo-dipolo, tienen puntos de ebullición más altos. Por ejemplo, el agua, que tiene fuertes enlaces de hidrógeno, hierve a una temperatura más alta que el éter dietílico, que tiene fuerzas de van der Waals más débiles.
Al manipular estos factores, como cambiar la presión, agregar impurezas, eliminar gases disueltos o alterar la composición química, es posible cambiar el punto de ebullición de un líquido.