La fuerza de los enlaces de hidrógeno entre las moléculas de agua y las moléculas de soluto determina la solubilidad del soluto en agua. Cuanto más polar sea la molécula del soluto, más fuertes serán los enlaces de hidrógeno y más soluble será el soluto en agua.
Por ejemplo, el azúcar es una molécula polar porque tiene grupos hidroxilo (-OH) que pueden formar enlaces de hidrógeno con moléculas de agua. Por tanto, el azúcar es muy soluble en agua.
Por el contrario, el petróleo es una molécula apolar porque no tiene grupos funcionales que puedan formar enlaces de hidrógeno con las moléculas de agua. Por tanto, el aceite es inmiscible con el agua.
La polaridad de una molécula también puede verse afectada por su tamaño y forma. Las moléculas más grandes tienden a ser más polares que las moléculas más pequeñas. Esto se debe a que las moléculas más grandes tienen más superficie para interactuar con las moléculas de agua. Además, las moléculas con una forma más compleja tienden a ser más polares que las moléculas con una forma simple. Esto se debe a que las moléculas con una forma más compleja tienen más grupos funcionales que pueden interactuar con las moléculas de agua.