Oxidación: El cloro actúa como agente oxidante, eliminando metales disueltos, materia orgánica y otras impurezas del agua. Ayuda a oxidar el hierro, el manganeso y el sulfuro de hidrógeno, que pueden causar decoloración, problemas de sabor y olor, y promover el crecimiento de ciertas bacterias.
Protección residual: El cloro mantiene una concentración residual en el sistema de distribución de agua, proporcionando protección continua contra la contaminación microbiana a medida que el agua viaja desde la planta de tratamiento hasta los grifos de los consumidores. Este cloro residual ayuda a prevenir la recontaminación del agua durante el almacenamiento y distribución.
Control de color y olores: El cloro ayuda a controlar los problemas de sabor y olor al oxidar compuestos que pueden causar sabores u olores desagradables en el agua. Puede eliminar los olores causados por la materia orgánica en descomposición, las algas o los contaminantes industriales.
Control de biopelículas: El cloro ayuda a controlar el crecimiento de biopelículas, una capa viscosa de microorganismos que puede formarse en las superficies internas de las tuberías de agua. Las biopelículas pueden albergar bacterias y afectar la calidad y seguridad del agua potable. El cloro ayuda a inhibir la formación y el crecimiento de biopelículas.
Reglamento: El uso de cloro como desinfectante en el agua potable está ampliamente regulado por las autoridades sanitarias y agencias gubernamentales para garantizar la seguridad y calidad del suministro público de agua. El cloro se considera un desinfectante seguro y eficaz cuando se utiliza dentro de las dosis recomendadas.
Vale la pena señalar que, si bien el cloro es necesario para la desinfección del agua, puede reaccionar con la materia orgánica del agua para formar subproductos de la desinfección (DBP), como trihalometanos (THM) y ácidos haloacéticos (HAA). Estos subproductos se han asociado con posibles efectos sobre la salud y sus niveles están regulados para minimizar cualquier riesgo.