El gobierno japonés informó que aproximadamente 1,22 billones de becquerelios (Bq) de materiales radiactivos fueron liberados al océano, principalmente a través del agua subterránea y de la escorrentía de agua de lluvia de la planta de energía nuclear dañada. La mayoría de las sustancias liberadas eran radionucleidos de vida corta, como el yodo-131 y el cesio-137.
Sin embargo, un estudio posterior realizado por científicos del Instituto Oceanográfico Woods Hole estimó que la cantidad de radiactividad liberada podría ser mucho mayor, alcanzando potencialmente los 25 billones de Bq. Esta discrepancia en las estimaciones se atribuye en gran medida a los desafíos que plantea medir los niveles de radiactividad en el vasto y dinámico entorno oceánico.
Las sustancias radiactivas liberadas fueron dispersadas por las corrientes oceánicas y diluidas con el tiempo, lo que provocó una disminución gradual de sus concentraciones. Los esfuerzos de seguimiento de varias organizaciones y gobiernos han detectado rastros de materiales radiactivos en el Océano Pacífico, incluidas las aguas costeras de Japón y países vecinos.
Los niveles de radiactividad detectados en el océano generalmente se han considerado bajos y es poco probable que representen una amenaza inmediata significativa para la salud humana o el medio ambiente marino. Sin embargo, todavía se están estudiando los efectos a largo plazo y los impactos potenciales sobre determinadas especies y ecosistemas marinos.