A menudo se piensa que la sexualidad femenina es más flexible que la masculina debido a la forma en que está biológicamente determinada. Mientras que la sexualidad masculina está impulsada en gran medida por la hormona testosterona, que conduce a un patrón relativamente sencillo de excitación y actividad sexual, la sexualidad femenina está determinada por una combinación más compleja de hormonas y estructuras físicas. Esto, a su vez, permite una mayor variación y flexibilidad en las formas en que las mujeres experimentan la atracción, el deseo y la excitación sexual. Además, históricamente las normas y expectativas sociales han permitido a las mujeres tener más libertad para expresar y explorar su sexualidad de maneras diferentes que a los hombres.