Sistema inmunológico: Los murciélagos tienen un sistema inmunológico único y robusto que les permite tolerar y controlar virus que serían mortales para otros mamíferos. Sus sistemas inmunológicos han evolucionado para reconocer y responder a estos virus sin causar daños significativos a sus propios tejidos.
Temperatura corporal: Los murciélagos tienen temperaturas corporales más altas que la mayoría de los demás mamíferos, y algunas especies mantienen temperaturas de hasta 104 °F (40 °C). Esta temperatura corporal elevada puede ayudar a inhibir la replicación de algunos virus, lo que les dificulta establecer una infección.
Vuelo e hibernación: Los murciélagos son capaces de volar largas distancias, lo que les permite propagar enfermedades en grandes áreas. También pasan por períodos de hibernación, durante los cuales su metabolismo se ralentiza y su temperatura corporal desciende. Estos períodos de actividad reducida pueden ayudar a suprimir la replicación viral y promover las defensas inmunes.
Estructura de la población: Los murciélagos suelen vivir en grandes colonias, lo que puede provocar una exposición frecuente a enfermedades y el desarrollo de inmunidad colectiva. Esto significa que una parte importante de la población puede ser inmune a determinadas enfermedades, lo que reduce la probabilidad de que se produzcan brotes.
Variación genética: Los murciélagos exhiben un alto grado de variación genética dentro y entre especies. Esta diversidad ayuda a garantizar que algunos individuos puedan tener rasgos genéticos que les confieren resistencia o tolerancia a enfermedades específicas, lo que les permite sobrevivir y transmitir sus genes.
Es importante señalar que, si bien los murciélagos suelen ser resistentes a las enfermedades que transmiten, aún pueden transmitirlas a otros animales, incluidos los humanos. Por lo tanto, es fundamental tomar precauciones para evitar el contacto con los murciélagos y buscar atención médica si se expone a sus picaduras o saliva.