La palabra "autofagia" se deriva del griego, donde "auto" significa "yo" y "fagia" significa "comer". Existen diferentes tipos de autofagia, incluida la macroautofagia, la microautofagia y la autofagia mediada por chaperonas, cada una con distintos mecanismos y funciones.
Aquí hay una descripción general del proceso de macroautofagia:
1. Iniciación: La autofagia se inicia en respuesta a diversas tensiones celulares, como la privación de nutrientes, el estrés oxidativo o la infección. Estas tensiones desencadenan la activación de vías de señalización específicas, lo que lleva a la formación de un fagóforo, una estructura de doble membrana en forma de copa.
2. Alargamiento: El fagóforo se expande y engulle componentes citoplasmáticos, como orgánulos dañados, proteínas mal plegadas y otros desechos celulares. Luego, el fagóforo se cierra formando una vesícula de doble membrana llamada autofagosoma.
3. Fusión: El autofagosoma se fusiona con los lisosomas, que son orgánulos ácidos que contienen enzimas hidrolíticas. Esta fusión da como resultado la formación de un autolisosoma.
4. Degradación: Dentro del autolisosoma, las enzimas hidrolíticas descomponen los componentes citoplasmáticos engullidos en sus componentes básicos, como aminoácidos, azúcares y lípidos. Estos productos de descomposición luego se reciclan nuevamente al citoplasma para ser reutilizados por la célula.
La autofagia es esencial para mantener la salud y la supervivencia celular. Ayuda a las células a eliminar componentes dañados o innecesarios, reciclar nutrientes y adaptarse a las condiciones ambientales cambiantes. La desregulación de la autofagia se ha relacionado con diversas enfermedades, incluidos trastornos neurodegenerativos, síndromes metabólicos y cáncer.