Los animales son organismos no humanos y no tienen la capacidad de pensamiento abstracto, lenguaje o toma de decisiones complejas necesarias para ejercer el derecho de voto. Si bien los animales pueden experimentar conciencia, emociones y comportamiento social, estas capacidades no son equivalentes al nivel de sofisticación cognitiva necesario para participar en procesos democráticos. Además, considerar a los animales como constituyentes descuida sus intereses y vulnerabilidades únicos y podría conducir potencialmente a conflictos entre los derechos de los humanos y los derechos de los animales.