El estudio se centró en la "rana flexible", una especie de rana de charco que, a pesar de su pequeño tamaño, ha logrado sobrevivir en diversos hábitats de América del Sur. Los investigadores analizaron la variación genética dentro de las poblaciones de ranas flexibles y descubrieron que aquellas con mayor diversidad genética tenían más posibilidades de sobrevivir en entornos cambiantes.
El estudio demostró que las poblaciones con una alta variación genética eran más resistentes a los cambios ambientales como las fluctuaciones de temperatura, la pérdida de hábitat y las limitaciones de recursos. Estas poblaciones también mostraron una mayor adaptabilidad y tenían más probabilidades de producir descendencia con rasgos que les permitieran prosperar en condiciones nuevas o desafiantes.
Por ejemplo, una población de ranas flexibles que vivía en una región que experimentaba una mayor variación de temperatura tenía una mayor frecuencia de individuos con una variación genética que les permitía tolerar temperaturas más altas. Esta variación, que estaba presente en la población pero no estaba muy extendida, se volvió ventajosa a medida que cambió el clima.
Los hallazgos del estudio resaltan la importancia de preservar la variación genética dentro de las especies para mejorar su resiliencia a los cambios ambientales. Al salvaguardar la diversidad genética, podemos apoyar la supervivencia de las especies frente a la crisis climática y garantizar la sostenibilidad a largo plazo de los ecosistemas en todo el mundo.