A los huracanes se les asignan nombres masculinos y femeninos alternos mediante listas rotativas predeterminadas mantenidas por la Organización Meteorológica Mundial (OMM). La práctica de utilizar nombres femeninos para los huracanes se remonta principalmente a principios del siglo XX, cuando los meteorólogos masculinos de Estados Unidos comenzaron a nombrar las tormentas en honor a sus esposas, novias u otras mujeres que conocían. Esta práctica se formalizó y amplió posteriormente para incluir también nombres masculinos.
La percepción de que los huracanes con nombres femeninos son más mortíferos puede deberse a varias razones, como por ejemplo:
1. Estereotipos de género:Los estereotipos de género pueden influir en la percepción de los huracanes. Los nombres femeninos suelen asociarse con características como la dulzura y la calma, lo que puede crear una falsa impresión de que las tormentas con nombres femeninos son menos severas. Por el contrario, los nombres masculinos pueden transmitir una sensación de fuerza y agresión, lo que lleva a suponer que los huracanes con nombres masculinos son más peligrosos.
2. Presentación en los medios:La cobertura mediática de los huracanes a menudo sigue una narrativa de género, siendo más probable que las tormentas con nombres femeninos sean retratadas bajo una luz humanizadora o comprensiva. Esto puede hacer que la gente asocie los huracanes con nombres femeninos con una mayor simpatía e impacto emocional, dando la impresión de que son más mortales.
3. Datos limitados:Históricamente, es posible que haya habido menos huracanes importantes con nombres femeninos que con nombres masculinos. Esto podría conducir a una muestra sesgada, donde los huracanes con nombres femeninos que ocurren tienen más probabilidades de ser recordados como inusualmente destructivos simplemente debido a su rareza.
Es importante reconocer que la intensidad, el impacto y la pérdida de vidas de los huracanes están determinados por diversos factores meteorológicos y geográficos, como la fuerza, el tamaño, la ubicación y las interacciones con las masas terrestres de las tormentas, no por el género de sus nombres. Para promover una percepción precisa e imparcial, es esencial centrarse en el uso de clasificaciones descriptivas como categorías de velocidad del viento o categorías de tormentas (como la escala Saffir-Simpson) para transmitir la gravedad de los huracanes, en lugar de confiar en percepciones basadas en nombres.