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    La pandemia de COVID-19 cambió nuestros patrones y comportamientos, lo que a su vez afectó a la vida silvestre

    Crédito:Unsplash/CC0 Dominio público

    La Tierra ahora sustenta a más de ocho mil millones de personas que colectivamente han transformado tres cuartas partes de la superficie terrestre del planeta para obtener alimento, energía, refugio y otros aspectos de la empresa humana.



    Los animales salvajes no sólo deben lidiar con los cambios en sus hábitats, sino también soportar la creciente presencia de personas en casi todos los entornos, desde la expansión de las interfaces urbano-forestales hasta las fronteras de la recreación al aire libre y el turismo basado en la naturaleza.

    Estamos en medio de una crisis global de biodiversidad, con altas tasas de extinción y muchas poblaciones de vida silvestre que muestran evidencia clara de disminución (como el caribú y los leones).

    Como ecologista de vida silvestre y biólogo conservacionista, me preocupa que estemos exprimiendo la vida silvestre de maneras que puedan aumentar los conflictos y desplazar a los animales de los hábitats que necesitan.

    Observar el comportamiento animal

    Si queremos proteger a los animales que atesoramos por sus valores ecológicos, económicos y culturales, debemos encontrar formas de promover la coexistencia entre humanos y vida silvestre. Para adaptar con éxito nuestros propios comportamientos, también debemos comprender si los animales pueden adaptarse a nosotros y cómo hacerlo.

    Dos desafíos clave han limitado esta comprensión. En primer lugar, es difícil observar animales en estado salvaje. Los encuentros son raros porque los animales son esquivos y la mera presencia de un observador humano puede influir en nuestra comprensión.

    En segundo lugar, en general no es factible realizar experimentos (características de la ciencia rigurosa) que manipulen las actividades humanas en contextos variados. En un estudio reciente publicado en Nature Ecology and Evolution , mis colegas y yo nos propusimos abordar estos desafíos utilizando la pandemia de COVID-19 como una forma de "experimento no planificado".

    La pandemia fue una tragedia, pero creó una oportunidad única para aprender sobre las interacciones entre los seres humanos y la vida silvestre. Los cierres gubernamentales para detener la propagación del virus nos obligaron a permanecer cerca de casa, cambiando drásticamente nuestros patrones de movimiento típicos.

    Esta "antropausia" impulsó a los científicos a preguntarse cómo respondían los animales:nuestra curiosidad se despertó ante avistamientos inusuales.

    Imágenes capturadas

    Nuestro equipo reconoció que tales observaciones anecdóticas podrían ser propensas a sesgos; Buscamos un enfoque más sistemático para cubrir una amplia gama de especies y ubicaciones y al mismo tiempo superar la naturaleza esquiva de los animales salvajes. La popularidad de las cámaras trampa para vida silvestre activadas por movimiento ha hecho que sea mucho más fácil vislumbrar la vida secreta de los animales.

    CBC analiza los encuentros entre humanos y osos.

    Estas cámaras remotas trabajan diligentemente para capturar fotografías de animales (incluidos humanos) que pasan sin la necesidad de que haya observadores físicamente presentes.

    Al reconocer esta oportunidad, reunimos un equipo de más de 200 científicos de 21 países que monitoreaban a los mamíferos antes y durante los cierres. Examinamos millones de imágenes de 163 especies de mamíferos salvajes, recopiladas de más de 5.000 cámaras trampa. Después de estimar los cambios en la cantidad y el momento de la actividad de animales tan pequeños como las liebres con raquetas de nieve y tan grandes como los elefantes africanos, surgieron algunos patrones sorprendentes.

    Contrariamente a las narrativas populares, no vimos una tendencia general de que la vida silvestre corriera libremente mientras los humanos se refugiaban en el lugar.

    Más bien, vimos una gran variación en la actividad de las personas y la vida silvestre. Si bien algunas áreas se quedaron sin gente debido al cierre de los parques, otras experimentaron un aumento en su uso, como espacios verdes urbanos o refugios rurales donde la gente buscaba consuelo ante las presiones de la pandemia.

    Comodidad con los humanos

    Los animales tuvieron una amplia gama de reacciones a los cambios en la actividad humana, siendo el patrón más fuerte que sus respuestas dependían de su posición en la cadena alimentaria y de la condición del paisaje. Las especies depredadoras, como los lobos y los glotones, tendían a ser más cautelosas con las personas, reduciendo su actividad cuando había más gente cerca y desapareciendo por completo de las áreas más concurridas.

    Por el contrario, las especies de presa, incluidos los grandes herbívoros como los ciervos o los alces, a menudo aumentaban su actividad cuando había más gente cerca, potencialmente para aprovechar el "escudo humano" que disuadía a los depredadores.

    En particular, los animales que vivían en paisajes más salvajes eran más sensibles al aumento de la actividad humana, mientras que sus primos urbanos tendían a ser más tolerantes, pero pasaban a ser más activos durante la noche. Esto resalta que incluso dentro de la misma especie, los animales pueden tener diferentes respuestas hacia las personas dependiendo de dónde vivan.

    Creemos que los administradores de vida silvestre deberían tomar nota de estos resultados. Es posible que sea necesario gestionar cuidadosamente los niveles de recreación al aire libre y otras actividades humanas en los paisajes silvestres para evitar el desplazamiento de los animales sensibles que dependen de estas áreas más remotas.

    Mientras que en paisajes más modificados, como cerca de ciudades y granjas, los animales pueden habituarse a los humanos, incluso sentirse atraídos por la "comida gratis" como la basura o los jardines, mientras trabajan para evitar conflictos moviéndose con frecuencia y aprovechándose de la oscuridad.

    La coexistencia entre humanos y vida silvestre en estas áreas desarrolladas requiere cuidado para eliminar atrayentes nocivos para la salud que puedan promover conflictos, al tiempo que se limitan las perturbaciones nocturnas para que los animales puedan acceder a la comida, la cobertura y las parejas que necesitan para persistir.

    En general, nuestro estudio destaca la tremenda complejidad de los comportamientos animales y el hecho de que no existen soluciones mágicas en lo que respecta a la coexistencia. Está claro que los animales están trabajando arduamente para adaptarse a la presencia cada vez mayor de la humanidad y que debemos hacer nuestra parte para garantizar que podamos seguir compartiendo espacio con la vida silvestre que apreciamos.

    Establecer y mantener sistemas efectivos de monitoreo de la biodiversidad, incluidos los estudios con cámaras trampa que sustentaron nuestro análisis, será fundamental a medida que nos esforzamos por comprender y administrar nuestros ecosistemas en constante cambio.

    Información de la revista: Naturaleza, ecología y evolución

    Proporcionado por The Conversation

    Este artículo se vuelve a publicar desde The Conversation bajo una licencia Creative Commons. Lea el artículo original.




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