* Estabilidad del período: Los púlsares tienen períodos notablemente estables, a menudo con una precisión que excede la de los relojes atómicos. Esta estabilidad es difícil de explicar con una estrella pulsante, ya que los mecanismos internos que impulsan la pulsación probablemente estarían sujetos a variaciones.
* Períodos extremadamente cortos: Los períodos de púlsares van desde milisegundos hasta unos pocos segundos, mucho más cortos que los períodos de pulsación observados en estrellas variables conocidas.
* Ancho de pulso estrecho: Los pulsos emitidos por los púlsares son extremadamente estrechos, generalmente duran solo una fracción de segundo, que es incompatible con los perfiles de emisión más amplios de las estrellas pulsantes.
* polarización de la radiación: Los púlsares emiten ondas de radio altamente polarizadas, lo que indica un mecanismo de emisión altamente ordenado y dirigido. Esto es difícil de explicar con un modelo de estrella pulsante.
Estas observaciones llevaron a los astrónomos a concluir que los púlsares deben ser algo completamente diferente. El avance llegó en 1967 cuando Jocelyn Bell Burnell Descubrió que las señales provenían de estrellas de neutrones que rotan rápidamente con campos magnéticos increíblemente fuertes. Estos campos canalizan las partículas en vigas que atraviesan el cielo a medida que gira la estrella de neutrones, produciendo los pulsos observados.
Por lo tanto, los púlsares son no son estrellas pulsantes sino más bien estrellas de neutrones giratorios con vigas de radiación altamente enfocadas. Esta es ahora una teoría bien establecida, respaldada por numerosas observaciones y modelos teóricos.