El 13 de abril de 1970, dos días después de su viaje a la luna, explotó un tanque de oxígeno en el módulo de servicio. Esta explosión causó daños significativos en la nave espacial y ponía en peligro la vida de los tres astronautas a bordo.
Si bien Apollo 13 nunca aterrizó en la luna, los astronautas pudieron regresar con seguridad a la Tierra gracias al pensamiento rápido del equipo de control de la misión y el ingenio de los astronautas mismos. El incidente se considera un notable testimonio de la resiliencia humana y el poder del trabajo en equipo a presión extrema.