Por ejemplo, los humanos pueden tener atavismos como un coxis o pezones adicionales, que son homólogos a estructuras que se encuentran en nuestros lejanos ancestros mamíferos. Estos atavismos están provocados por la expresión de genes que normalmente están silenciados en los humanos, pero que pueden reactivarse debido a mutaciones o factores ambientales.
Los atavismos también pueden ocurrir en las plantas. Por ejemplo, algunas plantas pueden producir flores con pétalos u hojas adicionales debido a la expresión de un gen recesivo heredado de un ancestro lejano.
Los atavismos no son nocivos y no suelen tener efectos negativos sobre la salud del organismo. Sin embargo, pueden ser fuente de curiosidad y fascinación para los científicos y el público en general.
A continuación se ofrece una explicación más detallada de cómo funcionan los atavismos:
1. Un gen recesivo se hereda de un ancestro lejano.
2. El gen recesivo se transmite de generación en generación sin expresarse, ya que siempre está enmascarado por un gen dominante.
3. Una mutación o factor ambiental hace que el gen dominante sea silenciado o suprimido.
4. Luego, el gen recesivo puede expresarse, lo que da como resultado el desarrollo de un rasgo atávico.
Los atavismos pueden ocurrir en cualquier organismo, pero se observan con mayor frecuencia en organismos que tienen una larga historia evolutiva. Esto se debe a que existe una mayor probabilidad de que un gen recesivo se herede de un ancestro lejano si el organismo tiene una larga historia evolutiva.
Los atavismos son un ejemplo fascinante de cómo funciona la evolución. Muestran que, aunque los organismos pueden evolucionar y cambiar con el tiempo, aún conservan algunos de los rasgos de sus ancestros lejanos.