El viento solar es una corriente de partículas cargadas que fluye constantemente desde el Sol. Cuando estas partículas alcanzan el campo magnético de la Tierra, son desviadas hacia los polos. A medida que viajan a lo largo de las líneas del campo magnético, chocan con átomos y moléculas de la atmósfera, lo que hace que brillen.
La misión Cluster, que consta de cuatro satélites que orbitan la Tierra en formación, ha permitido a los científicos estudiar el viento solar y su interacción con el campo magnético terrestre con un detalle sin precedentes. Los satélites han podido medir las propiedades del viento solar y del campo magnético, y seguir las partículas a medida que viajan hacia los polos.
El equipo de investigación, dirigido por científicos del Instituto Max Planck para la Investigación del Sistema Solar en Alemania, utilizó datos de la misión Cluster para crear un modelo informático detallado de las auroras. El modelo mostró que las auroras se forman cuando el viento solar interactúa de una manera específica con el campo magnético terrestre.
Cuando el viento solar es fuerte y constante, puede provocar que el campo magnético de la Tierra se distorsione. Esta distorsión crea una región del espacio alrededor de la Tierra llamada magnetosfera. La magnetosfera es una barrera protectora que protege a la Tierra de los efectos nocivos del viento solar.
Sin embargo, cuando el viento solar es particularmente fuerte, puede atravesar la magnetosfera y alcanzar la atmósfera terrestre. Aquí es cuando es más probable que se produzcan las auroras.
La misión Cluster ha proporcionado a los científicos una nueva comprensión de cómo interactúa el viento solar con el campo magnético de la Tierra y cómo esta interacción hace que las auroras brillen. El equipo de investigación espera que sus hallazgos ayuden a mejorar nuestra comprensión del clima espacial y su impacto en la Tierra.