Los estudios de ADN antiguo de víctimas de la peste indican que la pandemia puede haber sido un resurgimiento de una cepa de Yersinia pestis que había estado circulando antes, causando brotes conocidos como la "Plaga de Atenas". Esto sugiere que la "plaga de Justiniano" pudo haber extendido, en lugar de iniciar, un período más amplio de actividad de la peste en Eurasia, en lugar de ser la primera aparición generalizada de la enfermedad.
Los registros históricos también sugieren una variación en intensidad y duración entre regiones, con impactos variables en diferentes áreas y poblaciones. Es posible que algunas comunidades hayan experimentado tasas de mortalidad graves, mientras que otras enfrentaron impactos menores.
El término "hito" implica un acontecimiento histórico distinto con características o consecuencias excepcionales. Los investigadores sostienen que los cambios demográficos y sociales generales atribuidos a la plaga de Justiniano pueden haber sido efectos graduales y acumulativos de múltiples oleadas de enfermedades y otros factores, incluidos cambios climáticos, guerras y migraciones a lo largo de varias décadas.
Por lo tanto, si bien la plaga de Justiniano sin duda causó importantes trastornos y mortalidad durante su época, el consenso científico predominante es que fue una pandemia prominente dentro de un patrón más amplio de brotes de peste y no un evento pandémico singularmente extraordinario.