Cuando un sistema cuántico interactúa con su entorno, el entorno se entrelaza con el sistema. Este entrelazamiento conduce a una pérdida de información sobre el estado cuántico del sistema, lo que a su vez reduce la coherencia del sistema. Cuanto más interactúa el sistema con su entorno, más decoherente se vuelve.
La decoherencia juega un papel crucial en la comprensión de la transición del comportamiento cuántico al clásico. En el mundo clásico, no observamos superposición cuántica ni efectos de interferencia. Esto se debe a que los sistemas clásicos suelen ser grandes y complejos, y el proceso de decoherencia es muy eficiente en dichos sistemas. Como resultado, el estado cuántico de un sistema clásico rápidamente se vuelve incoherente y el sistema se comporta según la física clásica.
Por el contrario, los sistemas cuánticos pueden exhibir oscilaciones complejas y superposiciones durante un período de tiempo más largo porque están relativamente aislados de su entorno. Sin embargo, a medida que el sistema interactúa con su entorno, eventualmente se descohere y las oscilaciones se simplifican. Este proceso de decoherencia establece un límite fundamental a la duración de la coherencia cuántica y, por tanto, a la complejidad de las oscilaciones cuánticas que pueden observarse en la práctica.