Una forma en que el egoísmo puede conducir a la justicia es compartiendo riesgos. Cuando los individuos son egoístas, están motivados a proteger sus propios intereses, lo que a menudo incluye minimizar el riesgo. Como resultado, es más probable que participen en actividades que distribuyan el riesgo entre todo el grupo, en lugar de concentrarlo en unos pocos individuos. Esto puede conducir a una distribución más equitativa de recursos y oportunidades, lo que beneficia a todos los miembros del grupo.
Por ejemplo, consideremos un grupo de individuos que están motivados egoístamente para maximizar su propia riqueza. Si un individuo asume un riesgo que resulta en una pérdida, es menos probable que los otros individuos del grupo sufran como resultado. Esto se debe a que los individuos egoístas habrán repartido sus inversiones, de modo que la pérdida no se concentre en una sola persona. Este mecanismo de riesgo compartido ayuda a proteger al grupo en su conjunto de las posibles consecuencias de la asunción de riesgos individuales.
Otra forma en que el egoísmo puede conducir a la justicia es a través de la competencia. Cuando los individuos son egoístas, están motivados a superar a los demás para obtener una ventaja competitiva. Esta competencia puede impulsar a los individuos a mejorar sus habilidades y capacidades, lo que beneficia al grupo en su conjunto. Por ejemplo, consideremos un grupo de trabajadores que están motivados egoístamente para ganar un salario más alto. Esta competencia puede conducir a una mayor productividad e innovación, ya que los trabajadores se esfuerzan por superar a sus colegas. Esto beneficia al grupo en su conjunto, ya que conduce a un mayor éxito y prosperidad generales.
Por supuesto, el egoísmo también puede tener consecuencias negativas para los grupos. Por ejemplo, puede generar conflictos, explotación y falta de confianza. Sin embargo, cuando el egoísmo se combina con otros factores, como compartir riesgos y la competencia, en realidad puede conducir a la justicia y la cooperación. Esto se debe a que el egoísmo puede crear incentivos para que los individuos actúen de manera que beneficien al grupo en su conjunto, incluso si no están directamente motivados para hacerlo.