Venus:
Venus tiene el efecto invernadero más pronunciado de nuestro sistema solar. Su atmósfera está compuesta principalmente de dióxido de carbono (CO2), que actúa como un potente gas de efecto invernadero. La alta concentración de CO2 atrapa el calor de manera eficiente, lo que genera una temperatura superficial abrasadora de aproximadamente 462 °C (863 °F). El extremo efecto invernadero en Venus lo ha transformado en un mundo cálido e inhóspito.
Marte:
En comparación con las atmósferas de la Tierra y Venus, la atmósfera de Marte es relativamente delgada y está compuesta principalmente de dióxido de carbono. Si bien experimenta un efecto invernadero, es mucho más débil debido a la menor densidad de CO2 y a la ausencia de vapor de agua y metano, que son potentes gases de efecto invernadero en la Tierra.
Titán:
La atmósfera de Titán también es rica en metano y otros hidrocarburos, lo que crea un importante efecto invernadero. Aunque la temperatura de la superficie de Titán es extremadamente fría debido a su distancia del sol, su atmósfera captura suficiente calor para mantener una química orgánica compleja y una capa de neblina orgánica.
Estos ejemplos demuestran que el efecto invernadero no es exclusivo de la Tierra, sino que es un fenómeno universal que ocurre en diversas composiciones y condiciones atmosféricas en todo el sistema solar y más allá.