Actividad volcánica: Las erupciones volcánicas liberan diversos contaminantes, incluidos dióxido de azufre, cenizas y partículas. Estas emisiones pueden contribuir a la contaminación del aire e impactar los patrones climáticos.
Incendios forestales: Los incendios forestales liberan humo y contaminantes, incluidas partículas, monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno y compuestos orgánicos volátiles (COV). Estas emisiones pueden contribuir a la contaminación del aire y causar problemas de salud a las personas y la vida silvestre.
Tormentas de polvo: Las tormentas de polvo pueden transportar grandes cantidades de polvo y partículas a largas distancias. Estas tormentas pueden degradar la calidad del aire y afectar negativamente la salud humana, especialmente la de personas con problemas respiratorios.
Emisiones de metano: Las fuentes naturales de metano, como los humedales y ciertas actividades microbianas, pueden liberar este potente gas de efecto invernadero a la atmósfera. El metano contribuye al cambio climático y también puede ser dañino cuando se inhala en altas concentraciones.
Gas radón: El radón es un gas radiactivo que se encuentra naturalmente en el suelo y puede filtrarse en los edificios. Es la principal causa de cáncer de pulmón entre los no fumadores en los Estados Unidos.
Contaminación del agua: Las fuentes naturales de contaminación del agua incluyen la escorrentía de sedimentos debido a la erosión, las bacterias provenientes de la materia orgánica en descomposición y los productos químicos de manantiales naturales y embalses subterráneos. Estos contaminantes pueden afectar la calidad del agua y dañar los ecosistemas acuáticos.
Es importante señalar que, si bien existen fuentes naturales de contaminación, las actividades humanas contribuyen significativamente a los niveles de contaminación. Muchas regulaciones ambientales tienen como objetivo minimizar la contaminación proveniente de fuentes naturales y artificiales para proteger los ecosistemas y la salud humana.