Un nuevo estudio sugiere que la violencia puede haber jugado un papel en la evolución de los rostros humanos.
El estudio, publicado en la revista Current Biology, encontró que las personas más agresivas tienen caras más anchas y mandíbulas más grandes que las personas menos agresivas. Esto sugiere que estos rasgos faciales pueden haber sido seleccionados porque eran ventajosos en las peleas.
Los investigadores creen que estos rasgos faciales pueden haber evolucionado como resultado de una competencia intraespecífica o entre miembros de la misma especie. En particular, sugieren que estas características pueden haber sido ventajosas en los hombres, quienes son más propensos a pelear que las mujeres.
Los investigadores también descubrieron que las personas con caras más anchas y mandíbulas más grandes tienden a tener niveles más altos de testosterona, una hormona asociada con la agresión. Esto sugiere que puede haber un vínculo entre la testosterona y el desarrollo de estos rasgos faciales.
Los hallazgos del estudio son consistentes con investigaciones anteriores que encontraron que las personas con ciertos rasgos faciales tienen más probabilidades de ser percibidas como agresivas. Esta investigación sugiere que estos rasgos faciales pueden ser en realidad una señal de agresión, lo que puede ayudar a las personas a evitar conflictos.
Implicaciones del estudio
Los hallazgos del estudio tienen varias implicaciones para comprender la evolución y el comportamiento humanos. En primer lugar, los hallazgos sugieren que la violencia puede haber desempeñado un papel importante en la evolución de los rostros humanos. Esto desafía la visión tradicional de que la evolución humana fue impulsada principalmente por la selección natural de rasgos que eran ventajosos para la supervivencia en el medio ambiente.
En segundo lugar, los hallazgos sugieren que puede haber un vínculo entre la testosterona y la agresión. Esto es consistente con investigaciones anteriores que han encontrado que la testosterona está asociada con una variedad de comportamientos agresivos, como las peleas y la violencia.
En tercer lugar, los hallazgos sugieren que los rasgos faciales pueden ser una señal de agresión. Esto puede ayudar a las personas a evitar conflictos al identificar a los agresores potenciales.
Conclusión
Los hallazgos del estudio proporcionan nuevos conocimientos sobre la evolución de los rostros y el comportamiento humanos. Los hallazgos sugieren que la violencia, la testosterona y los rasgos faciales pueden estar relacionados con la agresión. Esta investigación tiene implicaciones para comprender la evolución humana, el comportamiento y la resolución de conflictos.